Los primates no humanos han poblado un lugar especial en la mitología local a lo largo de la historia en aquellos lugares donde comparten su hábitat con el hombre, probablemente por esa capacidad adaptativa y comensalista que los ha hecho vecinos cercanos de muchas civilizaciones y etnias durante siglos.

El trato de profetas y guardianes sagrados de babuinos y langures en honor a Hanuman o Thoth son solo algunos ejemplos a los que se unen decenas de especies ligadas al folclore local de muchos lugares del planeta. Para sus vecinos, los primates no humanos han representado valores como la sabiduría durante generaciones.
Profetas en su tierra, payasos en la nuestra
En regiones donde los primates no humanos no son fauna autóctona, tradicionalmente eran vistos como meras caricaturas del hombre. Probablemente esto se debe a que la difusión tanto de ejemplares vivos como del conocimiento de su mera existencia se extiende por Europa con el auge del humanismo renacentista, caracterizado por un antropocentrismo que no puede soportar el parecido de estos animales al hombre, en una época donde la teoría evolutiva aún estaba por llegar.
Su parecido a nuestra especie, inteligencia o capacidad de imitación fueron vistos como algo vil para los estudiosos, casi rozando la herejía en el ámbito religioso, mientras que su parentesco con el hombre fue uno de los grandes escollos para la difusión de las concepciones evolucionistas de Darwin, que incluso era caricaturizado con un «hombre-mono».

Esto ha hecho que desde que ha sido posible exportar a Occidente estos animales, su explotación a través del mascotismo o entretenimiento haya sido común. Sin embargo, los descubrimientos durante el siglo XX en cuanto a la complejidad de sus conductas y lazos sociales ha generando frente a su explotación y amenazas especial sensibilidad en la sociedad civil, llevando a que se plantee crear figuras jurídicas y conservacionistas específicas para estos animales. Caso resuelto. Bendita ciencia y viva a los monos.
Antropomorfismo y antropocentrismo: dos facetas del ego humano
Bueno, ya sabemos que no es todo tan cuqui. El antropocentrismo que intentaba romper Félix Rodríguez de la Fuente aún rezuma, y en parte de la sociedad se ha cambiado por antropomorfismo, que afecta a muchas especies pero especialmente los primates.
Ahora los primates no humanos nos siguen recordando a nosotros, pero ya no nos incomoda. Ya no son imitaciones inferiores, son «mini personas» cuyas conductas confundimos con las nuestras. Y nos siguen haciendo gracia. Que los primates no humanos sean nuestros bufones particulares no ha cambiado.
El antropomorfismo pudiera parecer radicalmente distinto al antropocentrismo, pero a mí me queda la sensación deja de ser una ramificación del otro. No podemos interpretar la vida de otros animales sin otorgarles nuestras propias cualidades, las cualidades que importan y que están en el centro: las cualidades humanas.

El antropomorfismo, unido a la viralización de contenido de las redes sociales, se ha convertido en una bomba de relojería para los animales silvestres. Y los primates se ven especialmente afectados por este proceso: viralizados y humanizados, la imagen de los primates no humanos como una especie de caricatura nuestra afecta a su explotación en el espectáculo y a su mascotismo, tal y como han demostrado varios estudios.
Los primates no humanos no deben ser vistos únicamente como una caricatura del hombre al servicio del humor, nos pueden hacer gracia algunas de sus conductas o su semejanza a nosotros, pero debe pesar mucho más la tremenda complejidad que emana su día a día entre los de su especie.
Contra este antropomorfismo y humanización viral, solo cabe divulgar la realidad sobre estas especies y contrarrestar estas imágenes en entornos humanizados con la realidad que hay detrás de los mismos: el sufrimiento incesante de seres sintientes y su desaparición como especies salvajes.