En 2017, Durrell Wildlife Park retomó el nombre «Zoo de Jersey» con el que fue abierto en 1958. El centro fundado por Gerard Durrell es uno de los zoológicos más conocidos en el planeta por su papel conservacionista, teniendo varios programas de conservación punteros y la presencia en su parque de especies amenazadas poco conocidas que no atraen necesariamente al público.
Decenas de términos, misma obligación legal
El posicionamiento de Jersey planteaba reivindicar el papel de los parques zoológicos modernos frente a lo denostado que está el término zoo, más si lo comparamos a otros centros con animales salvajes cautivos que puedan llamarse centros de rescate, santuarios, ecomuseos, centros de conservación, parques temáticos de naturaleza o parques faunísticos.

Independientemente de lo que pensemos de los zoológicos, los santuarios o los «ecositios», lo cierto es que existen decenas de términos distintos para referirse a centros que albergan fauna silvestre en cautividad. Y es que, legalmente, todo centro con fauna salvaje cautiva abierto al público es un parque zoológico y básicamente debe cumplir, en el Estado Español, las mismas normas.
Sin duda, muchos de estos términos no están vacíos de significado y cumplen una labor vital: de hecho, probablemente santuarios y centros de rescate sean los más perjudicados por esta delgada línea. Normalmente, cuando hablamos de santuarios de fauna, nos referimos a centros que no crían, con régimen de visitas reducido o incluso inexistente y que basan su financiación en socios, apadrinamientos o ayudas en lugar de simplemente en las visitas.
Legalmente, todo centro con fauna salvaje cautiva abierto al público es un parque zoológico y básicamente debe cumplir, en el Estado Español, las mismas normas.
Por otro lado, cuando hablamos de centro de rescate, normalmente pensamos en un centro que acoge y rehabilita fauna salvaje herida y que no tienen porque ser visitables. Rizando el rizo, bajo el convenio CITES (que regula el tráfico de especies silvestres) existe la misma figura, que se encarga de acoger fauna incautada. A título personal, siempre he pensado que este nombre es totalmente engañoso: una cosa es rescatar fauna y otra rehabilitarla. Acoger fauna silvestre que ha sido previamente rescatada y rehabilitada no es rescatar fauna, es acogerla o mantenerla cautiva, cosa que suelen hacer los centros de rescate CITES.

No me malinterpretéis: los centros de rescate CITES son vitales, más en un país como el nuestro que actúa como puerta al tráfico ilegal (y legal) de fauna silvestre en Europa. Pero deberíamos definir que entiende la sociedad, el Estado, CITES y los profesionales de la rehabilitación de fauna por «rescatar» fauna, y tenerlo claro todos para no llevar lugar al error.
Existen, además, figuras externas a estas dos (parque zoológico y Centro de Rescate CITES) que trascienden la legislación española. Por un lado, los zoológicos modernos se asocian en el paraguas de la Asociación Mundial de Zoológicos y Acuarios y sus diferentes variantes (EAZA, la Europea o AIZA, la Ibérica). Por el otro, existen agrupaciones de santuarios y centros de rescate como GFAS (Federación Global de Santuarios de Animales), EARS (Alianza Europea de Centros de Rescate y Santuarios) o PASA (Pan African Sanctuary Alliance) que intentan englobar en un paraguas este tipo de centros y que en mi opinión son muy importantes para establecer marcos de trabajo territoriales que trasciendan la legislación de los diferentes países.
Por último, cabe decir que en el horizonte existe esperanza: la famosa y polémica nueva ley de bienestar animal puede ser criticable, pero porque se mete a legislar en rincones hasta ahora intocables. Y una de las figuras que parece tener intención de regular esta nueva ley cuyo borrador nace en 2021 son los santuarios, lo cual podría ser muy beneficioso.
etiquetas versus valores
Una vez planteamos este escenario, hay que darse cuenta que el nombre que se le da a un sitio es una etiqueta que en ocasiones no tiene ningún valor. Por ejemplo, bajo el nombre de «centro de rescate» podemos encontrar en España a centros de rehabilitación de fauna punteros que son referencia mundial como GREFA o AMUS, pero también a alguno de los peores zoológicos de Europa.
De igual manera, fuera de organizaciones de zoológicos como la EAZA o de santuarios y centros de rescate como PASA, GFAS y EARS, la actividad de cada centro depende más de su ética que de obligaciones legales o del nombre que lleven. ¿Qué impide a un «santuario» criar animales? ¿Qué impide a un «centro de rescate» permitir a los visitantes tocar animales? ¿Qué impide a un zoo hacer actividades circenses?

¿Por qué os suelto toda esta chapa? Porque cansa un poco el postureo de «no, si a mí no me gustan los zoos» en lugar de que el ciudadano medio tenga un poco de criterio. Así estamos, centros de rescate sin financiación, y zoos de carretera con titulitis de salvadores llenos de visitantes.
En lugar de creernos tanto los títulos y etiquetas de los centros, conviene evaluarlos de forma crítica. Un «centro de rescate» que te deja tocar a crías de animales tiene de rescate solo el nombre. En lugar de tanta «zoofobia» y «santuariofilia», convendría que supiéramos informarnos y exigiéramos información a los centros de como trabajan con los animales que albergan. Nos llevaríamos unas cuantas sorpresas.