Deconstruyendo al macho alfa en la naturaleza

Hoy en día, escuchamos hablar del macho alfa y la dominancia a youtubers misóginos, adiestradores desfasados y coachs empresariales con mucho tiempo libre. Nos dicen que tenemos que ser unos machos dominantes con nuestras parejas, nuestras mascotas y nuestros compañeros de trabajo, como si un dictado de la naturaleza se tratase.

Parece que muchos piensan que en la naturaleza hay una ley universal por la cual todas las especies se rigen por machos agresivos que dominan a las hembras y machos más débiles a través de la violencia. Lo cierto es que no es así, y fruto de una ciencia cada vez más plural y menos patriarcal, podemos encontrar cada vez más ejemplos de que el reino animal es diverso y en muchas ocasiones estas formas de jerarquía no existen.

El lobo alfa son los padres (literalmente)

Cuando hablamos de machos alfa, hablamos de un animal que dentro de una jerarquía de machos tiene el mayor rango. El término fue popularizado por Rudolf Schenkel y especialmente por David Mech, en su obra “The Wolf: Ecology and Behavior of an Endangered Species”

El libro fue una de las grandes obras de divulgación científica de los 70: más de un millón de copias vendidas difundieron la idea de que existen los lobos alfa, la cual se basa en estudios en cautividad donde se juntaban animales no relacionados de manera artificial, dando lugar a una jerarquía forzosa.

El propio Mech explica porque el término alfa es erróneo para referirse a como los lobos se relacionan: normalmente, los lobos dominantes lo son porque son los padres del resto de la camada, se trata en general de grupos familiares salvo en camadas complejas que solo habitan algunos parques nacionales americanos.

Los lobos son además un claro ejemplo del sesgo que tenemos a la hora de usar estos términos, ya que pocas veces se ha hecho referencia a la hembra alfa. Tan erróneo como el primero, las hembras reproductoras dentro de esta especie comparten el liderazgo con los machos y realizan gran parte de las tareas de defensa del territorio y caza.

En realidad, las hembras de lobo tienen un gran protagonismo, y de hecho uno de los lobos más famosos del mundo fue 832F, una loba de Yellowstone que derribaba ciervos que muchos machos tendían a esquivar por su tamaño. Hace tiempo tuve el placer de ayudar a los periodistas de AFP a desmentir un bulo que entre otras cosas, cambiaba a la hembra alfa por un macho.

La hembra 832F, emblema de la conservación del lobo – Fotografía de Jimmy Jones

El lobo ha sido tratado como una caricatura de sí mismo, agresiva y dominante, sin reflejarse sus personalidades diversas ni su profunda vida social. ¿Por qué no es tan conocido el caso que os comenté en este otro artículo, donde los lobos forman coalición con primates en Etiopía, por ejemplo?

Recomiendo enormemente una lectura que disfruté hace un par de años, «Más allá de las palabras ¿en qué piensan y qué sienten los animales?«, del ecólogo Carl Safina, que dedica gran parte de su libro a desmitificar la agresividad y crueldad del día a día de los lobos de Yellowstone.

Tuberculosis y babuinos agresivos: la caída del régimen de Keekorok

Pasamos ahora a una especie donde no hay duda: en los babuinos hay machos dominantes que utilizan las agresiones de manera habitual para regular su jerarquía. La intimidación sexual a las hembras es común, y según estudios de la bióloga Alice Baniel y su equipo, muchos de estos ataques hacen abortar a las hembras, haciéndolas receptivas de nuevo.

En su libro «Memorias de un primate» (muy divertido y ameno, por cierto), Robert Sapolsky cuenta las penurias y anécdotas que vivió en Kenia estudiando babuinos. Una de las historias más curiosas es el cambio que se produjo en la tropa de Keekorok, que el primatólogo había estudiado durante décadas.

El grupo fue víctima de la tuberculosis provocada por el tráfico de carne en mal estado en zonas hoteleras. La carne infectada fue consumida sobre todo por los animales con mayor acceso a recursos: gran parte de los machos dominantes murieron, dejando al grupo monopolizado por machos de bajo rango y hembras.

La ausencia de los animales más agresivos apaciguó las relaciones sociales del grupo, aumentando el acicalamiento y los comportamientos prosociales, reduciendo el estrés y las enfermedades asociadas al mismo.

Gracias a que muchas especies de primates son matrilineales, las hembras permanecen en el grupo y mantienen esta tradición cultural pacífica. Otro buen ejemplo es el uso de lanzas en hembras de chimpancés senegaleses, lo que ha llevado a grupos más igualitarios y donde las hembras son más independientes.

Lo que significa ser un líder: más grooming, menos peleas

Preparando este artículo, me encontré que existen publicaciones científicas en el mundo de la empresa con títulos tan sonrojantes como «Entrenando a los machos alfa» (Harvard Business Review). El Abstract del artículo comenta que el 70% de los señoros que dirigen empresas son machos alfa, «líderes naturales» con los que puede ser difícil trabajar en grupo (ojo al oxímoron) debido a que son dominantes, carentes de emociones y excesivamente críticos. Por eso necesitan coaching. Sublime.

Frans de Waal popularizó en el mundo de la empresa el término macho alfa a través de su libro Chimpanzee Politics. De Waal, crítico con como se ha tratado este término de forma superficial, dedica gran parte de su obra (y la charla que os dejo) a evidenciar la complejidad del liderazgo en los chimpancés.

En la charla, Frans de Waal menciona a Amos, un chimpancé que consiguió el liderazgo a través de las coaliciones y el acicalamiento social, siendo despedido tras su muerte con muestras de afecto por parte del grupo. El caso contrario lo representa Foudouko, un macho alfa de estilo dictatorial estudiado en Senegal por Jill Pruetz: fue desterrado, asesinado por el grupo y devorado vivo.

Por supuesto, esto son casos individuales, pero en general en los chimpancés son las hembras del grupo y los machos dominantes los más pacificadores, tal como muestra un estudio liderado por la española Teresa Romero. Las «amistades políticas» son frecuentes entre los primates, y las primeras investigaciones de Jane Goodall se han ido confirmando: en chimpancés y otros primates, la gobernanza más estable recae en individuos amistosos, no en jefes gritones.

Sabiduría, matriarcado y tierra

Como hemos visto, el concepto tradicional de macho alfa y los matices de agresividad y dominancia asociados al mismo no siempre son los que predominan en el reino animal, pero ¿qué pasa cuando son ellas las que lideran?

Uno de los ejemplos de matriarcado más conocidos es el de los bonobos. En esta especie, los machos de bonobo agreden a las hembras y realizan displays contra grupos rivales. Son las hembras de bonobo las que lideran los grupos, forman coaliciones contra machos agresivos o socializan con grupos ajenos mientras los machos se amenazan entre ellos.

Nos podemos ir a otros ejemplos, como la férrea gobernanza de las hembras de múltiples especies de lémures o en las hienas. Pero para mí, los ejemplos más fascinantes nos los traen especies como los elefantes o las orcas, donde las matriarcas son de edad muy elevada: abuelas, que en el caso de varios cetáceos llegan a la menopausia para seguir cuidando.

Matriarca liderando elefantes – Fotografía de Nick Brandt

En muchas especies, los machos son el individuo dispersante mientras que las hembras se quedan en el grupo. Me gusta imaginar que el hecho de que permanezcan en un territorio hace a las hembras de ciertas especies las que mejor conocen el territorio, las que mantienen los lazos familiares y de las que el grupo depende enteramente.

¿A quién recurre una manada de elefantes cuando una sequía nunca vista en décadas ha acabado con los manantiales conocidos por todos? ¿A quién recurre un grupo de orcas cuando los pesqueros han esquilmado sus zonas de pesca? Tal vez la sabiduría que poseen las matriarcas de la tierra que cuidan puede salvar a una generación de la escasez, la sequía u otros extremos.

Me recuerda al papel invisibilizado que han vivido muchas mujeres cuidando y conociendo la tierra, especialmente en el medio rural. Mientras los hombres se iban a hacer cosas de hombres, ellas quedaban relegadas al hogar gestionando los recursos y siendo responsables de los cuidados, teniendo un papel vital pero no valorado por nuestra sociedad.

Reflexiones finales: el peligro de usar la naturaleza como espejo

Somos una especie única, y utilizar la naturaleza de espejo a través del comportamiento de otra especie sin base científica es peligroso y antropomórfico, hablemos de machos alfas o puros matriarcados. La moral humana no tiene cabida en la naturaleza: no hay babuinos machistas, hay humanos que lo son. Y confío en que divulgar para que aquellos del lado del odio no puedan recurrir a supuestas «leyes naturales» para explicar su ideario es importante.

Por supuesto que hay especies donde tanto machos como hembras dominantes lideran con agresividad, donde las coaliciones son derrotadas por la fuerza bruta y donde machos dominantes lideran con sabiduría. Pero se trata de desdibujar un poco el imaginario colectivo del macho alfa para no apoyarnos en él para intentar explicar el comportamiento humano.

Leona rugiendo – Fotografía de Joe Saunders

Este concepto ha caricaturizado a muchas especies sociales como seres agresivos sin empatía, lo que dificulta que empaticemos con ellos y ayudemos a su conservación. Especies como el lobo cuya gestión presenta una mayor polarización en la sociedad se verían ayudadas si los viéramos como criaturas sociales y empáticas.

Probablemente también ha tenido efectos nefastos en nuestra relación con nuestras mascotas debido a la hegemonía de la teoría de la dominancia dentro y fuera del mundo del adiestramiento canino. Establecer relaciones de confianza con nuestras mascotas en lugar de «mostrarles quien manda» es la base para una vida al lado del hombre libre de miedo.

Finalmente, me atrevo únicamente a extrapolar un comportamiento de los que hemos hablado a la especie humana, tal como dice Sapolsky. ¿Si los babuinos han cambiado su sociedad por una más pacífica e igualitaria en una generación, que excusa tiene el ser humano? El comportamiento es por definición flexible y dependiente del contexto, especialmente el cultural: el cambio es posible, necesario y prioritario.

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